El primer contacto que la mujer tuvo con el perro desconocido fue en el jardín. Allí estaba ella cuando el golden retriever se acercó. Tranquilo, silencioso y cuidadoso. Era un perro muy bonito y bien cuidado. La mujer se dio cuenta directamente que no se trataba de un perro callejero en busca de hogar. Este perro buscaba otra cosa.
Después de saludarla con alegría, el perro la siguió hasta la casa. A la mujer no le molestó en absoluto y le abrió la puerta. El golden retriever entró en la casa, se tumbó y se durmió. Al cabo de unas horas se despertó y lentamente salió de la casa.
Este bonito encuentro se volvió a producir al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente, y así durante varias semanas.
La mujer sentía, cómo no, mucha curiosidad por saber cuál sería la razón de las visitas del perro y quién sería su dueño.
Así que decidió escribirle una carta al dueño y pegarla en el collar del perro.
Hola,
Me gustaría saber quién es el dueño de este maravilloso perro.
Y me gustaría saber si sabes que viene a mi casa a dormir todos los días.
Al día siguiente el golden retriver volvió a aparecer en casa de la mujer. En su collar tenía otra nota. La respuesta a su nota del día anterior.
¡Hola!
Sospecho que lo hace para echarse una siesta tranquilo.
Somos una familia con seis hijos, dos de ellos tienen menos de 2 años.
¿Te importa si sigue yendo a tu casa para echarse su sueñecito?
Las palabras de la carta hicieron a la mujer reír con ganas. Por supuesto que iba a acoger al perro con los brazos abiertos en su casa. De hecho ya se habían hechos buenos amigos. Y la mujer sabía lo que era vivir con una gran familia.
¿Qué hemos hecho los humanos para merecernos a estos maravillosos perros? Siempre tan cariñosos y fieles y alegres.
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