Un bebé rinoceronte huérfano encuentra una insólita compañera de siesta.

Laura se dedicó con tanto esmero que los primeros cinco días incluso durmió con el pequeño para que no tuviera miedo y no echara de menos a su mamá.

Él parecía estar encantado con la idea.

Con todo el cuidado del mundo evitó aplastarla y cada dos por tres la llenó de mimos para agradecerle el amor que le daba.

Laura le presentó a otros congéneres para acostumbrarle a socializar.

Ambos son ahora grandes amigos y aunque ahora Kabelo es demasiado grande, sigue demostrándole todo su aprecio cuando tiene ocasión.

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