Al ver dónde y cómo Marcel vivía, nada sugería que tenía millones. Sin embargo, no estaba del todo aislado. Marcel compartía su riqueza con otras personas elegidas; mayormente la familia y amigos en los que confiaba.
Al principio, construyó unos simples chalets en su terreno. Dejó que algunos miembros de la familia se mudaran ahí completamente gratis. Marcel rechazó recibir ninguna renta.
El amor llama a la puerta
Las mujeres nunca interesaron a Marcel, pero cuando conoció a Sandrine Devillard, quien le llevaba 27 años de edad, todo cambió.
Sandrine, una mujer mundialmente conocida de París, tocó puerta de Marcel en 2010.
Ella le dijo que era una agente inmobiliaria y que estaba interesada en comprar la tierra que era de su propiedad.
Marcel se negó.
Entonces, Sandrine le invitó a cenar y Marcel aceptó feliz la oferta.
Para todos los demás algo era obvio: Sandrine Devillard buscaba dinero y estaba interesada en la fortuna de Marcel.
Al mismo tiempo, era imposible pensar esto al ver lo feliz que parecía Marcel tras conocer a Sandrine. Tan sólo un año después se casaron.
Marcel incluso dio a sus amigos la titularidad de las casas que había construido para ellos.
Sandrine, por otra parte, no recibía nada. Casi parecía que finalmente Marcel había escuchado a sus amigos y familiares.
Sandrine argumentó que la firma del testamento de Marcel era falsa y llevó el caso a los tribunales.
Pero en 2016, cuando llegó el veredicto final, el tribunal dictaminó que la firma era auténtica, excirbió el periódico francés Dici.