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Una mujer en el supermercado sigue al abuelo y a su nieto de 3 años malcriado y caprichoso.
Para la mujer es obvio que el hombre mayor está encartado con el niño que grita pidiendo dulces en la sección de dulces, galletas en la sección de galletas y fruta, cereales y bebidas en las otras secciones.
Al mismo tiempo el hombre sigue caminando y con voz controlada dice: «Está bien, William, no nos queda mucho. Tranquilo, chico.»
Al niño le da otro ataque y la mujer escucha como el abuelo dice calmadamente: «Está bien Willian, sólo unos minutos más y nos vamos de acá. Aguanta un poquito más, chico.»
En la caja el niño pelión empieza a tirar los objetos que van a comprar del cochesito y el abuelo le dice una vez más con voz controlada: «William, William, relájate amigo, no te pongas bravo. Llegamos a casa en un momentico. Cálmate, William.»
La mujer está impresionada y los sigue por fuera del supermercado, donde el abuelo mete la comida y el niño en el auto.
Ella se da la vuelta hacía el hombre mayor y le dice: «No es mi asunto, pero fuiste fantástico ahí adentro. No sé cómo lo hiciste. Durante todo ese tiempo mantuviste la calma sin importarte lo mucho que el niño gritaba y molestaba. Tú seguías con mucha calma y le decías que todo iba a estar bien. William tiene mucha suerte de tenerte como abuelo.»
”Gracias”, respondió el abuelo. ”Pero el que es William soy yo. Ese culicagado se llama Kevin.