– Sé que a veces no es fácil allí fuera, dijo a su hijo mientras esperaban que el autobús se aproximara a la parada.
– Quiero que mires este corazón cada vez que sientas que la vida te aprieta. Quiero que lo mires y te acuerdes de que independientemente de lo que pase ahí afuera siempre habrá alguien esperándote cuando vuelvas a casa. Alguien que te quiere.
El autobus paró y el hijo se acercó y subió.
– Esta vez observé con detenimiento su cara cuando se asomó por la ventana. Esperaba que me mirara, que me sonriera, que me saludara o incluso que llorara. Pero ni siquiera me observaba. Tenía sus ojos clavados en su muñeca. Sé que muchas veces la vida es complicada para muchos de nosotros. Y sé que durante las fiestas muchos sentimientos difíciles se hacen más patentes o duelen más, como pasa con el frío y la noche. Así me siento yo. Pero quizá sea este pensamiento tan sencillo, lo que debemos recordar. Puede que no resuelva todos nuestros problemas, pero es siempre reconfortante oír y saber que hay alguien que te quiere.
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