Hay momentos en la vida en los que uno pierde la fe en Dios, en el Universo, en ese ser superior, lo que sea o como sea que le llamemos. ¿Por qué si somos buenas personas nos pasan desgracias? Creemos que la existencia está siendo injusta con nosotros y maldecimos la hora en que creímos que había algo más allá de los perceptible. En esa situación estaban Ginger y Joel Millermon, una pareja de creyentes enfrentando una gran adversidad: acababan de tener mellizos y uno de los bebés, Jarrott, estaba tan grave que los médicos le habían desahuciado.
Ginger y Joel Millermon no podían ser más felices cuando se enteraron de que iban a tener mellizos.
Sin embargo, el parto se adelantó dos meses y los médicos pusieron a sus hijos en una incubadora, ya que sus pulmones no estaban del todo desarrollados.
Los doctores se dieron cuenta de que la incubadora estaba dañando sus pulmones y podían morir, especialmente el pequeño Jarrott.
“Me dijeron que no podía tocarlo, sólo mirarlo y decirle adiós. Me paré a su costado, lo vi y pensé que sería la última vez que lo vería”, explicó la madre a CBN.
Ginger sufrió una crisis espiritual. Siempre, desde niña, había sido muy religiosa, había querido ser misionera y estaba dispuesta a vivir en sintonía con Dios, pero la idea de perder a su hijo la llevó a enojarse con ÉL.
A medida que la salud de Jarrot empeoraba, sus padres se preparaban para lo peor, pero llegó un momento en que decidieron cambiar de actitud y confiar en Dios. Según explicaron, decidieron aceptar lo que fuera que había decidido para ellos incluso si eso implicaba que se llevara a su hijo.
Llegado el momento crítico, los médicos dijeron que ningún tratamiento funcionaba y que debían decidir si desconectar a Jarrott para así terminar con su sufrimiento.
Las opciones que les dieron los médicos, teniendo en cuenta el estado crítico de Jarrot, eran quitarle el oxígeno o dejar de administrarle medicación. En los dos casos terminaría muriendo.
Los padres, con la esperanza de que ocurriera un milagro, optaron por la segunda opción y se pusieron a rezar sobre el bebé, colocando las manos sobre él y pidiendo a Dios que obrara el milagro.
Joel admite que pensó que ese era el momento ideal para que Dios demostrara lo que era capaz de hacer.
¡Ante la sorpresa de todos Jarrott empezó a mejorar y a sobrevivir! Han pasado ya diez años y este bebé milagro es hoy casi un adolescente. Te invito a conocer más sobre esta increíble historia en el video de abajo.
¿Qué emocionante verdad? Este tipo de sucesos te hacen creer en los milagros, en que hay algo ahí escuchándonos. Comparte su historia, por ahí ayuda a alguien a que recupere su fe en que hay algo más allá de lo meramente perceptible.