Joi Tydings Rawitch y su marido David esperaban su segundo hijo. Todo parecía verse bien en las ecografías y la pareja esperaba con ilusión la llegada de su nuevo hijo.
Si embargo cuando el embarazo estaba avanzado Joi comenzó a sentir una sensación incómoda.
Aunque los médicos le decían que todo parecía estar bien, la preocupación no la abandonaba. Pero en absoluto estaba preparada para lo que iba a pasar una hora después del alumbramiento.
Cuando Joi sintió por primera vez que algo iba mal, los médicos intentaron calmarla diciéndole que era normal sentir cosas en el embarazo. Incluso su marido, David, intentó tranquilizarla y le dijo que todo iría bien.
Pero ella estaba cien por cien segura de que había algo raro con su bebé.
Cuando su hijo Andrew nació parecía que efectivamente los médicos estaban en lo cierto y todo estaba bien. El niño parecía sano y los padres podían abrazarlo por fin.
Pero sólo una hora después de que Andrew naciese, ocurrió algo. Cuando Joi lo miró a los ojos, vio que no había nada allí.
Entonces vieron que algo grave pasaba con el pequeño, y los médicos se ocuparon rápidamente del niño, que ya no respiraba.
Al final los miedos de Joi se hicieron realidad, y comenzaba una pesadilla para la familia. Andrew había nacido con grandes problemas cerebrales. Los médicos vieron que la parte derecha de su cerebro no se había desarrollado del todo, y eso fue lo que desencadenó el ataque que le llevó a dejar de respirar.
Las noticias dejaron a la familia destrozada. No les podían asegurar que Andrew fuese a sobrevivir, y si lo hacía iba a crecer con una grave enfermedad cerebral.
– Era una situación que no podía tener final feliz, según la describían los médicos, cuenta David, el padre del pequeño, en un reportaje de tv.
Pero tres días después del nacimiento ocurrió algo con Joi. De la misma forma que sintió que algo iba mal con su hijo, sintió que todo iba a acabar bien. Escuchaba una voz en su cabeza que le decía: «El niño va a estar bien».
Ahora la familia volvía a tener esperanza.
– Fue un punto de inflexión para nosotros.
La familia se llevó al pequeño a casa dispuestos a darles todos los cuidados que necesitaba.
Con ayuda de los medicamentos, Andew fue mejorando, pero no había ninguna medicina que pudiese cambiar el hecho de que su cerebro no se hubiese desarollado por completo.
Pero después de tres meses ocurrió algo que la familia sólo puede llamar milagro.
Joi descubrió que había pasos importantes hacia delante, incluso más que cualquier bebé de su edad.
Cuando Andrew tenía tres meses comenzó a sostener él mismo su biberón de leche, su madre estaba asombrada.
Los médicos volvieron a hacer nuevas pruebas y descubrieron algo impensable, la parte derecha de su cerebro estaba mucho mejor.
Se había desarrollado por sí sola y Andrew ya no necesitaba tomar medicinas.
Ningún médico pudo explicar cómo había ocurrido, era sencillamente un milagro. Cuando Andrew tenía seis meses su cerebro se había desarrollado completamente y se había convertido en un niño completamente sano.
El niño que según los médicos iba a crecer con problemas cerebrales, resultó convertirse en un niño muy inteligente. Ahora Andrew es como cualquier otro niño.
Y sus padres no pueden estar más felices.
Qué maravillosa historia. Y qué final tan impredecible. Una muestra más de lo importante que es seguir el instinto de una madre.