Hace poco conseguí este texto que estaba circulando por las redes sociales y sentí que debía compartirlo.
Todos los que han estado en casa con sus hijos saben que puede ser complicado. Surgen momentos en los que sería bueno tener ocho brazos como un pulpo.
Esta historia trata de un hombre que llega a casa después del trabajo. No estoy seguro de si ha pasado en la realidad, pero os garantizo que los que se han pedido un permiso de paternidad entenderán la situación.
Una tarde, un hombre llegó a casa después del trabajo y vio que toda la casa estaba desordenada, sus tres hijos estaban afuera, todavía vestidos de pijama jugando en el pantano. Había envases vacíos para comida y cajitas por el suelo, la puerta del auto de su esposa estaba abierta, igual la puerta de la casa y el perro no aparecía.
Cuando se acercó a la entrada, pudo ver más desorden: una lámpara estaba voltead, y la alfombra persa estaba pegada a la pared con alguna masa pegajosa. El televisor estaba prendido con el volumen alto en la sala de estar y había juguetes y ropa por todos lados.
En la cocina el fregadero estaba lleno de platos sucios. El desayuno estaba todavía sobre la mesa y la puerta del refrigerador estaba abierta todavía. La comida del perro cubría el piso y descubrió su taza favorita hecha mil pedazos por el piso. También había huellas de arena todo el camino hasta la puerta trasera.
Caminó rápidamente por la escalera donde tuvo que esquivar aún más juguetes y ropa, estaba buscando a su esposa.
Se sintió preocupado, tal vez su esposa estaba enferma o algo grave le había pasado.
Arriba vio un riachuelo de agua que salía del cuarto de baño. Metió la cabeza y vio paños mojados, espuma y más juguetes tirados por el piso. También kilómetros de papel higiénico en una pila, y las paredes y los espejos estaban manchados de pasta de dientes.
Corrió al dormitorio y allí encontró a su esposa, todavía en pijama leyendo un libro.
Alzó la vista y sonrió a su esposo, preguntó cómo había sido su día. Él sólo miraba sorprendido a su esposa. “¿Qué ha pasado aquí?”
Sonrió a su esposo y contestó: ”Sabes, cada día cuando llegas a casa después del trabajo me preguntas: “¿Y qué has hecho tú todo el día?” “Sí”, respondió él sorprendido.
”Pues, hoy no he hecho lo que siempre hago”, contestó ella contenta.
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