Samantha Weng estaba feliz. La vida le sonreía, acababa de casarse con su adorado marido, y juntos acababan de recibir la noticia de sus sueños:
Samantha estaba embarazada - solo un mes después de celebrarse la boda. Ser madre era algo que realmente deseaba.
Pero ni ella ni nadie podía haberse imaginado el largo camino que les esperaba con este embarazo.
Samantha es de Taiwán y vive actualmente junto a su marido en EEUU.
La pareja fue al hospital a hacerse un control rutinario cuando Samantha estaba en su séptima semana de embarazo. Iban a hacer una ecografía y los dos estaban muy emocionados.
Despuesé sde ver la ecografía los médicos le dijeron que no tenían buenas noticias. A Samantha se le notificó que tenía un embarazo ectópico. En este tipo de embarazo el embrión se desarrolla fuera del útero. Las posibilidades de vida para el feto son casi nulas. Los médicos les aconsejaron, por esta razón, abortar.
La noticia supuso la mayor de las pesadillas para la pareja decició esperar un par de semanas para asimilarla y ver lo que pasaba. ¿Quizá hubiera una segunda oportunidad?
Cuando la pareja volvió al hospital unas semana más tarde, el tono de voz sonaba diferente cuando el médico les dijo: «Felicidades van a tener mellizos».
Esperar fue la mejor decisión que tomó Samantha, fue de vital importancia.
Obviamente la pareja estaba entusiasmada y aliviada por el nuevo resultado. No obstante decidieron cambiar de médico. Unas semanas más tarde volvieron al hospital para un nuevo control rutinario.
Y allí recibirían de nuevo otra impactante noticia.
La pareja había comunicado al nuevo doctor que esperaban mellizos. Este arrugó la nariz, miró fijamente la pantalla en el momento de la ecografía y unos minutos después salió de la habitación para hablar con otros colegas.
Al rato volvió de nuevo y les transmitió nuevamente otra noticia que dejó perpleja a la pareja.
– ¡No vais a tener mellizos sino trillizos!
A Samantha esta nueva noticia la llenó de alegría pero también de temor. Suponía que posiblemente podría hacer frente a un embarazo de trillizos pero el riesgo era mayor. Su embarazo de repente se clasificó de alto riesgo.
Para asegurarse del todo, el médico decidió realizar una nueva ecografía. Y ya llegó la sorpresa mayúscula.
El médico pudo ver un feto más, es decir cuatro bebés. Y en ese momento Samantha no pudo ocultar su inmensa preocupación. ¿ Y quién la podía culpar por esta intranquilidad? Ir recibiendo diferentes resultados en cada ecografía debió de ser muy difícil de asimilar para la pareja. En cada control un niño nuevo. Esto no es normal.
Los médicos, al igual que los padres de Samantha, aconsejaron a la pareja reducir el número de fetos.
– Dar a luz cuatrillizos es muy arriesgado. Tú eres una mujer joven y tienes más oportunidades de quedarte embarazada. ¿Por qué arriesgar tu vida?
Entonces Samantha empezó a llorar.
Los médicos proponían eliminar la placenta que tenía dos fetos del útero de Samantha. Ello proporcionaría a los otros dos fetos situados en placentas diferentes más espacio para desarrollarse.
Pero Samantha no podía tomar una decisión. Pensaba en la dificultad de seguir adelante con su vida si decidía eliminar a alguno de los bebés.
– No es justo para él o ella si no le doy la oportunidad de vivir, dijo Samantha.
Comenzaba un periodo de gran nerviosismo. Cuatro fetos en tres placentas diferentes obligaron a Samantha a permanecer en el hospital todo un mes.
Tras 26 semanas de embarazo, llegó el momento de dar a luz. El 21 de octubre del 2010 nacieron los cuatrillizos mediante cesárea.
Lo único que quería saber su madre tras el parto era si respiraban. Y sí, lo hacían.
Ahora tenía la familia delante de sí otro largo viaje.
Audrey, Emma, Natalie e Isabelle así se llamaban las cuatro hermanas. Las primeros días tuvieron que ingresar a los bebés en la incubadora hasta que finalmente pudieron marcharse a casa. Las cuatrillizas se encontraban bien, incluso con fuerza para gritar de vez en cuando.
Todos los recién estrenados padres pueden testificar que su tiempo libre desaparece completamente cuando tienen un bebé. Así que podemos entender que los primeros meses fueron un auténtico desafío para esta enorme familia, sobre todo para Samantha. Los
bebés necesitaban, por ejemplo, más de 40 pañales al día. Samantha apenas dormía por las noches y debía amamantar a sus pequeñas a todas horas.
Uno puede pensar que estas son fases normales por las que todos los padres pasan al tener a sus bebés. Pero en este caso, se acumulaban los obstáculos. Las niñas nacieron pequeñas para su edad y esto dió lugar a lo que se conoce como «apnea del sueño». Las pequeñas tenían problemas para dormir, comer, respirar y oír. Todo ello porque los bebés habían nacido prematuros.
Samantha tenía sentimientos de culpabilidad. Ella no deseaba que sus hijas tuvieran unos comienzos tan duros. La familia seguía las indicaciones de los médicos y trataban de ayudar a las niñas lo mejor que podían. ¡Pero las pequeñas salieron adelante!
Actualmente han crecido y son más mayores. La familia ha compartido su experiencia por el Facebook y ha publicado un vídeo donde se puede ver a las niñas como son en la actualidad.
¡Comparte tú también si piensas que la familia es lo mejor del mundo!