Mujer está nerviosa por su visita al giniecólo – pero lo que él encuentra mata de risa a toda la red

Todos tenemos mil cosas en la cabeza en nuestro día a día. Muchos tienen niños a los que llevar a la escuela, preparar comida, el trabajo, la colada... No es extraño que a veces andemos un poco locos y locas por la vida...

La protagonista de esta historia cuenta que tenía cita con el ginecólogo, pero las cosas de forma muy diferente a como ella se hubiese podido imaginar…

Se trata de una historia que nos ha llegado pero no tenemos muchos más detalles sobre la identidad de la mujer, ¡lógico!, y la quería compartir porque es muy buena. Este es el relato: 

Yo tenía cita con el ginecólogo a finales de esa semana, pero esa mañana recibí una llamada del hospital diciendo que tenían que cambiarme la hora a ese mismo día. 

Mi marido y mis hija ya habían salido de casa e iban camino del trabajo y la escuela. Eran las 08:45 y me pedían que estuviese en la consulta a las 09:30.

Tardo más o menos 35 minutos en llegar allí, así que no había tiempo que perder. Normalmente soy muy cuidadosa con la higiene antes de este tipo de visitas, pero ese día no había tiempo para mucho. 

Bajé corriendo las escaleras, me quité el pijama, tomé una toalla, la empapé en agua y me lavé con ella mis partes íntimas. 

Lancé la toalla en el cesta de la ropa sucia, me puse unos pantalones y salí rápidamente de casa. Miré el reloj y vi que quizá iba a llegar un poco tarde. 

Yo me había sentado justo en la sala de espera cuando llegó mi turno. Sé cómo va el proceso, así que me senté directamente en la camilla. Mientras estaba allí tumbada, intenté pensar que estaba en París, un lugar lejano y bonito, para distraerme. 

Y me quedé un poco sorprendida cuando el ginecólogo de repente dijo: «¡Uy! Ya veo que hemos hecho un esfuerzo extra esta mañana ¿verdad?».

Yo no contesté.

Cuando la visita había terminado, continué mi día de la forma habitual. Fui a hacer la compra, preparé la comida e hice la colada. Después de la escuela, mi hija de 6 años volvió a casa, quería jugar y me preguntó: ¿Mamá, dónde está mi pequeña toalla?».

Yo le dije que tomase otra del armario, pero ella contestó directamente: «No, yo quiero la que estaba en el lavabo. Yo le había puesto brillantina, esta muy bonita con las motitas de brillo pegadas». 

No voy a volver nunca a ese ginecólgo….  ¡Nunca más en mi vida!

Jajajaja, me imagino la situación, con sus partes íntimas llenas de brillantina. Comparte esta divertida historia en Facebook, seguro que le sacas algunas carcajadas a muchos amigos. 

 
 

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