Detrás del vestido: la silenciosa despedida de Diana a la mujer que comprendió su dolor

Cuando la princesa Diana apareció en la alfombra roja del Festival de Cine de Cannes de 1987, todas las miradas se posaron en ella: las cámaras disparaban, los flashes estallaban y el mundo se quedaba sin aliento ante su presencia etérea.

Pero en ese momento, no todo el mundo se dio cuenta del profundo significado que se escondía en los pliegues de su suave vestido azul de tul.

Más que moda

Cada vez que la princesa Diana aparecía en un acto público, todas las miradas se posaban en ella. Conocida como «la princesa del pueblo», irradiaba carisma y, en lo que respecta al estilo, reescribió las reglas de la realeza. Durante los años 80 y 90, Diana se convirtió en un icono mundial de la moda, optando a menudo por looks menos rígidos y más accesibles, en lugar de la formalidad tradicional de la realeza.

¿Una de sus señas de identidad? Los tonos pastel. Estos colores suaves y elegantes eran un básico en su armario y aparecían en todo, desde trajes a medida hasta vestidos fluidos.

Uno de los momentos más emblemáticos de la princesa Diana en el mundo de la moda, aunque no tan conocido como otros, tuvo lugar en 1987.

Anwar Hussein/WireImage

La aparición de Diana en Cannes junto al príncipe Carlos fue breve, solo 10 horas en total. Oficialmente, la pareja real estaba en Cannes para homenajear a Sir Alec Guinness, apoyar la industria cinematográfica británica y asistir a una glamourosa gala de etiqueta en el Palacio de Festivales.

Intensa seguridad en la cena de gala

Diana no habló durante la cena, pero no le hizo falta. Todos los ojos y todas las cámaras estaban fijos en ella. Esa cena se convirtió en la invitación más codiciada de todo el festival. La seguridad era muy intensa y los asistentes tenían que llevar su pasaporte para que se comprobara su identidad antes de poder entrar.

Y cuando Diana entró en la proyección de Las ballenas de agosto, la mayoría solo vio a una princesa con otro vestido impresionante. Los fotógrafos la captaron desde todos los ángulos, con el velo de gasa de su vestido ondeando al viento.

Pero no fue solo una sesión de fotos glamurosa. El vestido azul claro sin tirantes de Diana, diseñado por su colaboradora habitual Catherine Walker, era más que moda.

Walker, la diseñadora que definiría muchos de los momentos más inolvidables de Diana en el mundo de la moda, creó un vestido que no solo llamaba la atención, sino que rendía un discreto homenaje a otra figura real que había marcado profundamente a Diana. Con sus líneas fluidas y su tono gélido, el vestido evocaba la elegancia de la princesa Grace de Mónaco, una mujer cuyo trágico final siempre había estado presente en la mente de Diana.

Anwar Hussein/Getty Images

La estrella nacida en Filadelfia, que era el epítome de la clase y la belleza, se retiró de la gran pantalla con solo 26 años para casarse con el príncipe Rainiero III y convertirse en princesa de Mónaco.

Cinco años antes del Festival de Cine de Cannes de 1987, Grace Kelly había perdido trágicamente la vida en un horrible accidente de coche, el mismo destino desgarrador que correría Diana solo diez años después.

Apenas una mención

Sin embargo, en aquella glamurosa noche en Cannes, pocos en los medios de comunicación parecieron darse cuenta del sutil homenaje que se escondía en el vestido azul pálido de Diana, un discreto eco de la elegancia atemporal y gélida de Grace.

Pocos se dieron cuenta de que el vestido de Diana era un sutil homenaje a una de sus primeras confidentes reales. Al menos, no fue algo que los periódicos recogieran en ese momento, si se revisan los archivos de 1987, apenas hay mención alguna.

Pero hoy, y para algunos observadores perspicaces incluso entonces, la conexión resulta obvia. El vestido, con su tono azul hielo y su silueta fluida, era sorprendentemente similar al vestido de Edith Head que Grace Kelly llevó en To Catch a Thief, de Alfred Hitchcock, famosa película rodada en la Costa Azul francesa.

Grace Kelly con un vestido de noche azul claro diseñado para ella por Edith Head para la película de 1955 «To Catch a Thief».

Esa elección no fue casual. Según se dice, Diana y la diseñadora Catherine Walker se inspiraron directamente en la presencia de Grace en la pantalla, incluso en el tono específico de azul, que el propio Hitchcock había elegido para evocar una sensación de belleza fría e intocable.

Diana y Grace Kelly compartían un vínculo único. Aunque su tiempo juntas fue breve, dejó una huella imborrable en Diana. En 1981, justo después de su compromiso, Diana conoció a Grace en una gala benéfica.

Nerviosa y abrumada, la futura novia de 19 años se había derrumbado en lágrimas en el baño de mujeres. Fue Grace, entonces de 51 años, quien la abrazó y le ofreció el tipo de consejo que solo una mujer que había vivido la maquinaria real podía dar. Ese momento quedó grabado en la memoria de Diana.


Diana y Grace en la Royal Opera House el 9 de marzo de 1981 en Londres / Anwar Hussein/Getty Images

Cannes también tenía un significado especial para la princesa Grace, fue allí, en la Costa Azul francesa, donde ella, aún actriz estadounidense en aquel momento, conoció a su futuro marido, el príncipe Rainiero, en abril de 1955.

Y 32 años después, al pisar el mismo suelo francés donde Grace había conocido al príncipe Rainiero décadas antes, Diana le rindió un homenaje discreto. Sin discursos. Sin comunicados de prensa. Solo tela, color y recuerdos.

Este llamativo accesorio aportaba una calidad etérea y fluida al vestido, «captando la brisa que soplaba en la noche del estreno de la película», según describió Newsweek.

Dos años más tarde, Diana volvería a lucir el mismo vestido en el estreno de Miss Saigon. Y en 1997, pocos meses antes de su trágica muerte, lo incluyó en su famosa subasta benéfica de Christie’s, donde vendió 79 vestidos icónicos.

Según Tatler, el vestido de Cannes se vendió por 70.700 dólares. Más tarde reapareció en una subasta en 2013, donde alcanzó un precio de más de 132.000 dólares, cuyos beneficios se destinaron a una organización benéfica para niños.

En 2017, el vestido se expuso tras un cristal en el Palacio de Kensington, como parte de un homenaje que conmemoraba el 20.º aniversario de su fallecimiento. Ahora, sirve como cápsula del tiempo, no solo del estilo de Diana, sino también de su tranquila profundidad, su dolor y su homenaje a una mujer que entendió su sufrimiento mejor que nadie.

Aquella ventosa tarde en Cannes, los fotógrafos consiguieron la foto. Pero quizá no toda la historia.

MÁS HISTORIAS:

La verdad detrás de la foto «clasificada» de Diana