He leído muchas historias de amor, pero creo que ninguna supera esta.
Es un poco larga, pero prometo que vale la pena leerla hasta el final. Apenas me podía mover cuando terminé de leerla, las lágrimas corrían por mis mejillas.
Es verdad, como dicen, que el amor verdadero nunca muere, y lo que estaba destinado a ser será.
Un frío día, cuando iba de camino a casa, me encontré una cartera que alguien había perdido en la calle. La tomé y miré dentro para ver si había algún carnet de conducir o un DNI que pudiera ayudarme a contactar al dueño. Pero todo lo que encontré dentro fue un billete de 5 dólares… y una carta arrugada que lucía como si hubiera estado allí por años.
La carta estaba en un sobre bastante gastado, cuya única cosa visible era la dirección del remitente. Abrí la carta y la leí con la esperanza de hallar más pistas. Ahí es cuando noté que la carta estaba fechada en 1955, hacía 60 años.
Estaba escrita en una hermosa y femenina letra, y tenía la imagen de una pequeña flor en la esquina superior izquierda. La carta empezaba: «Querido John», y luego la persona que la escribió empezaba a informarle de que no podrían verse más… ya que su madre lo prohibía. A pesar de esto, ella le dijo que siempre le amaría. La carta estaba firmada con el nombre «Kerstin».
Era una hermosa carta, pero más allá de nombre John, apenas había pistas para dar con el dueño. Decidí llamar al directorio telefónico para ver si eran capaz de hallar los números de teléfono de los residentes que vivieron en la dirección que aparecía en el sobre.
«Hola. tengo una pregunta poco usual», le dije al operador. «Estoy tratando de localizar al dueño de una cartera que encontré. ¿Hay alguna posibilidad de que me pueda proporcionar el teléfono de una dirección que encontré en un sobre dentro de la cartera?».
El operador me pasó al director, quien logró obtener el número: «sí, hay un número vinculado a esta dirección, pero desafortunadamente no puedo dártelo. Pero puedo llamar y explicar la situación y ver si aceptan hablar contigo».
Me dejó a la espera y a los pocos minutos regresó.
«Tengo a alguien que desea hablar contigo», dijo.
Una mujer habló al otro lado de la linea. Le pregunté si conocía a alguien llamado Kerstin.
«¡Oh! Compramos esta casa de una familia cuya hija se llamaba Kerstin, pero eso fue hace 30 años».
«¿Sabe dónde está ahora la familia?», pregunté.
«Oí que Kerstin tuvo que dejar a su madre en una residencia hace unos años. ¿Quizás puedes contactar a la residencia y ver si pueden ayudarte a localizar a la hija?»
Di con el teléfono de la residencia y llamé. Me informaron que desafortunadamente la anciana había muerto hacía unos años, pero ellos tenían el número del lugar donde pensaban que vivía la hija.
Les agradecí y llamé al nuevo número. La mujer que atendió me informó que Kerstin también se había mudado a una residencia. Esto empezaba a verse imposible, pensé. ¿Por qué estaba luchando tanto por localizar al dueño de una cartera que contenía sólo 5 dóalres y una carta de hace 60 años?.
De todos modos no me rendí. Llamé a la residencia donde la mujer me dijo que vivía Kertin y un hombre contestó.
«Sí, Kerstin vive aquí con nosotros».
Aunque eran ya las diez de la noche, le pregunté si podía pasar a concerla. «Sí…», contestó dudando. «Puedes probar, quizás la encuentras sentada en el salón viendo la televisión».
Le di las gracias y conduje hasta la residencia. Una enfermera y el guarda me recibieron en la puerta. Me escoltaron a la tercera planta donde había un living común y la enfermera me presentó a Kerstin, quien estaba sentada en el sofá. Parecía una mujer agradable, con una cálida sonrisa, a pesar de su edad tenía un brillo en sus ojos. Le dije sobre el hallazgo de la cartera y le enseñé la carta.
En el momento en que vio la carta con la pequeña flor en la esquina, tomó aire profundamente y dijo: «jovencito, esta carta es el último contacto que tuve con John».
Ella pareció desaparecer en sus pensamientos momentáneamente, entonces dijo: «Le amé mucho, tenía sólo 16 años en aquel entonces y mi madre creía que yo era demasiado joven. Oh, era tan atractivo. Se veía exactamente como Sean Connery».
«Sí, John Anderson era una maravillosa persona», continuó. «Si alguna vez lo conces, dile que pienso en él a menudo. Y…», dudó un momento y mordió su labio, antes de sonreir, y con lágrimas en sus ojos dijo: «Dile que todavía le amo. Nunca me casé, supongo que nadie podía superar a John para mí..».
Agradecía a Kerstin por su tiemp, le dije adiós y tomé el ascensor de vuelta a la primera planta. Cuando llegué allí, el guarda me preguntó cómo había ido mi encuentro con Kerstin. Le dije que me había dado una pista: «Al menos tengo un nombre, pero creo que tengo que dejarlo estar por ahora. Ya me he pasado todo el día tratando de contactar al dueño».
Saqué la cartera de mi bolsillo. Era una simple cartera marrón con una banda roja alrededor. Cuando el guarda la vio exclamó: «Un momento, esta es la cartera del Sr. Anderson. Reconozco la banda roja, siempre se le cae y la he recogido aquí en el hall al menos tres veces».
«¿Quién es el Sr. Anderson?», pregunté, mientras mi corazón latía cada vez más rápido.
«Él vive aquí en el octavo piso. Definitivamente es su cartera. Se le debe haber caído cuando estaba fuera caminando».
Rápidamente agradecí al guarda y llamé de nuevo a la oficina de la enfermera. Expliqué lo que el guarda me acababa de decir y subí a la octava planta. Crucé mis dedos para que el Sr. Anderson todavía estuviera despierto.
Al llegar, una enfermera nos informó que él anciano recién había estado sentado en el living leyendo. «Él es un señor muy amable», dijo.
Caminamos hacia su habitación, donde pudimos ver que la puerta estaba abierta y la luz encendida. La enfermera fue hacia él y le preguntó si había perdido su cartera. Él la miró sorprendido y dijo: «De hecho sí».
«Este hombre tan amable encontró la cartera y se preguntaba si era tuya», dijo la enfermera.
«Le entregué la cartera. En cuanto la vio sonrió con alivio: «Sí, es mía. Se me debe haber caído cuando fui a caminar esta mañana. Tengo que agradecértelo de alguna manera».
«No, está bien. pero tengo que decirle una cosa. Leí la carta que estaba en tu cartera para tratar de ver quién era el dueño…».
La sonrisa se desvaneció de su rostro. «¿Leyó la carta?».
«No sólo la leí… Sé dónde está Kerstin».
Se puso muy pálido. «¿Kerstin? ¿Sabes dónde está? ¿Cómo está? ¿Todavía es tan bella como antes? ¡Por favor, dime!».
«Ella está bien… Tan bella como la conociste», dije lentamente.
La cara del hombre se iluminó y me preguntó si le podía decir dónde estaba. Quería llamarla al día siguiente.
«Sabe, yo estaba tan enamorado de esa chica, que cuando llegó esta carta sentí que se me terminaba la vida. Nunca me casé. Creo que siempre la amé».
«Sr. Anderson, venga conmigo», le dije.
Tomamos el ascensor hacia la tercera planta. Los pasillos estaban oscuros camino a la habitación de Kerstin. Cuando estuvimos cerca vimos que estaba sola viendo la televisión. La enfermera se acercó cuidadosamente.
«Kerstin», dijo suavemente, apuntando a John, quien estaba a unos metros de distancia. «¿Conoces a este hombre?»
Kerstin ajustó sus gafas, le miró unos segundos y no dijo una palabra. Entonces, John dijo cuidadosamente, casi susurrando: «Kerstin, soy yo, John. ¿Te acuerdas de mí?».
Ella respondió. «¿John? ¡No!¡No puedo creerlo!¿Eres tú John?¡Mi John!».
Él caminó lentamente hacia ella y cuando estuvieron cerca él la tomó entre sus brazos. Todos abandonamos la habitación con lágrim
as en los ojos.
«¿No es increíble? Como dicen es algo que tenía que pasar, siempre termina pasando. No importa cuánto tiempo lleve», dije.
Tres meses después recibí una llamada en mi oficina desde la residencia.
«¿Estás libre el domingo para asistir a la boda? John y Kerstin han decidido casarse», me dijo la enfermera.
Naturalmente dije que sí. Fue una boda hermosa, con los habitantes de la residencia ataviados con sus mejores galas para ese día tan especial de la pareja. Kerstin se veía hermosa con su vestido ligero y John lucía orgulloso junto a ella con un traje azul oscuro. Me sentí honrado de ser el padrino.
Después de su matrimonio, la pareja se mudó a un apartamento comunal en la residencia. Ahí la novia de 76 y el novio de 79 años vivían como si fueran adolescentes, sin perderse un solo segundo del día.
Un final perfecto para una historia de amor que duró 60 años.
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