A sus 18 años Julián vivía una vida tranquila y feliz, hasta que fue a rellenar los documentos de solicitud para ir a la universidad. No encontró su nombre con su número de seguro social, lo que le llevó a descubrir algo terrible que ocurrió cuando era muy pequeño.
Un caluroso día de agosto de 2002, se reportó la desaparición de un niño de cinco años de su hogar en Alabama, en Estados Unidos. El niño, llamado Julián Hernández, fue reportado como desaparecido por su madre, quien no tenía dudas de quién había sido su secuestrador.
El padre del niño había dejado una nota para la madre, donde escribió que se había llevado al niño. A pesar de las búsquedas no lograron dar con el rastro de Julián y su padre.
Pasaron los años y Julián, que hoy tiene una nueva identidad, no recordaba lo sucedido, ya que era demasiado pequeño cuando su padre se lo llevó. Él vivía feliz con su progenitor en Ohio. No fue hasta que cumplió los 18 cuando la verdad salió a la luz.
Julián se metió en problemas cuando rellenó los documentos de solicitud para ir a la Universidad. Su número de identidad personal no coincidía con su nombre.
Cuando pidió ayuda a un consejero, éste descubrió que estaba en la lista nacional de niños explotados o desaparecidos. Ahí fue cuando supo que de niño había sido separado de su madre por su propio padre.
Cuando la madre supo de la aparición de Julián, ésta se puso muy feliz y finalmente pudo reunirse con él. Julián por su parte perdonó a su pabre.
Durante el juicio, quiso evitar que le encarcelaran alegando que si se llevaban a su padre lejos de él, era como experimentar de nuevo la pérdida de uno de sus padres.
El padre, Bobby Hernández, se disculpó diciendo que su hijo era lo más importante en su vida y que por eso lo hizo.
Pero la juez Cassandra Collier-Williams no quedó convencida por este argumento; consideró terrible no sólo que Bobby separara a su hijo de la madre sino que le dijera que ésta le abandonó. Por todo esto le condenó a cumplir 4 años de prisión.
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