En noviembre de 1985, el mundo fue testigo de una tragedia que dejó una cicatriz indeleble en la humanidad. Cuando el volcán Nevado del Ruiz entró en erupción, desató un devastador flujo de lodo que sepultó la ciudad de Armero, en Colombia, arrasando con casi todo a su paso.
Más de 25.000 vidas se perdieron en uno de los desastres naturales más catastróficos de todos los tiempos. En medio de la destrucción, una única imagen inquietante llegó a simbolizar el sufrimiento inimaginable: una niña, Omayra Sánchez, atrapada en el lodo volcánico, con su frágil rostro marcado por el coraje y la desesperación.
Captada por el fotoperiodista Frank Fournier, apenas unas horas antes de su muerte, la fotografía sacudió al mundo. Ganó el prestigioso premio World Press Photo of the Year en 1986 y sigue siendo una de las imágenes más poderosas de la vulnerabilidad humana. Pero detrás de la lente aún resuena una pregunta: ¿Por qué el fotógrafo no salvó a la niña?
Advertencia: Este artículo contiene material que puede resultar perturbador para algunos lectores.
Dentro de la tragedia de Armero
Para entender verdaderamente la desgarradora fotografía de Omayra Sánchez, primero debemos revisitar el devastador suceso conocido como la tragedia de Armero.
El 13 de noviembre de 1985, el estratovolcán Nevado del Ruiz entró en erupción después de 69 años de inactividad, tomando completamente desprevenidos a los pueblos cercanos.
El Nevado del Ruiz había entrado en erupción dos veces antes, una en 1595 y otra en 1845. En ambas ocasiones, las avalanchas rugieron por el río Lagunilla, la misma zona donde más tarde se construiría el pueblo de Armero.
Meses antes de la erupción de 1985, los expertos habían detectado un aumento de la actividad volcánica y advirtieron a las autoridades colombianas del peligro inminente. Investigadores, escaladores y figuras políticas dieron la alarma sobre un desastre inminente, pero sus advertencias fueron en gran medida ignoradas, a pesar de las claras señales de lo que estaba por venir.
Los agricultores informaron haber encontrado peces muertos en cuencas cercanas. Además, se detectaron grandes cantidades de azufre y pequeñas explosiones en la zona llegaron incluso a provocar un incendio forestal. Sin embargo, a pesar de estas advertencias, no se produjo ninguna evacuación.
El 94% de la población fue exterminada
A medida que el cráter del volcán liberaba flujos piroclásticos devastadores, derritió rápidamente los glaciares en la cima del Nevado del Ruiz, enviando cuatro lahares masivos (flujos de lodo, deslizamientos de tierra y escombros de rápido movimiento) que se precipitaron por sus laderas a velocidades aterradoras de 50 km/h (30 mph). Los lahares ganaron impulso a medida que avanzaban por los barrancos y finalmente envolvieron la ciudad de Armero en su camino mortal.
Según fuentes colombianas, la erupción se cobró la vida de unas 23.000 personas, casi el 94% de la población de Armero. El humo y las cenizas de la erupción se elevaron hasta 15 kilómetros de altura, alterando dramáticamente el clima de la región y dejándola en un estado de devastación. Barrios enteros fueron arrasados, con 5.092 casas destruidas, 4.718 de ellas sólo en Armero.
El desastre dejó 230.000 personas afectadas, con pérdidas materiales estimadas entre 35 y 50 mil millones de pesos colombianos, lo que se traduce en aproximadamente entre 7,5 y 10,5 millones de dólares.
Historia de Omayra Sánchez Garzón
Entre las muchas víctimas se encontraba Omayra Sánchez Garzón, de 13 años, cuya trágica situación atrajo la atención mundial. Omayra Sánchez nació el 28 de agosto de 1972 en el pueblo de Armero, donde creció junto a sus padres, Álvaro Enrique, quien trabajaba como recolector de arroz y sorgo, y María Aleida, enfermera, y vivían con su hermano, Álvaro Enrique, y su tía, María Adela Garzón.
La noche de la catástrofe de Armero, Omayra y su familia estaban despiertos, preocupados por la ceniza del volcán Nevado del Ruiz en erupción. Mientras observaban ansiosamente, de repente oyeron el sonido ensordecedor de un lahar que se acercaba. Cuando la masiva erupción sepultó el valle andino de Armero bajo un mar de lodo, Omayra quedó atrapada bajo los restos de su casa, con el cemento y los escombros aplastándola, lo que le hizo imposible escapar.
Un alma valiente ante la desesperación
Cuando llegaron los equipos de rescate, encontraron sus piernas atrapadas bajo los escombros y los brazos sin vida de su tía todavía la sujetaban con fuerza. A pesar de los esfuerzos por liberarla, la tarea parecía imposible: cualquier intento de moverla corría el riesgo de causarle más daños. Sus piernas quedaron atrapadas con tanta fuerza que los rescatistas colocaron un neumático a su alrededor para mantenerla a flote mientras el agua subía y la rodeaba. Aunque los rescatistas hicieron todo lo que pudieron, pronto quedó claro que la situación era grave.
Los médicos determinaron que la única forma de liberar a Omayra era amputándole ambas piernas a la altura de las rodillas. Sin embargo, no había equipo disponible para realizar la cirugía necesaria.
Durante más de 60 horas, Omayra permaneció atrapada, sumergida en el agua, mientras su cuerpo sucumbía lentamente a los elementos. Aún así, ella nunca perdió su actitud tranquila. Habló con un periodista voluntario, le pidió dulces, cantó e incluso aceptó una entrevista. Pero a medida que pasaban las horas, el miedo se apoderaba de nosotros.
Comenzó a alucinar, a hablar de la escuela y de un examen de matemáticas que creía haber suspendido. Sus manos se hincharon y su rostro se enrojeció a medida que el agua seguía subiendo. Aún así, ella se aferró a la vida. Fue una muchacha valiente.
“Ya no siento mi cuerpo”, dijo.
La famosa fotografía
La historia de Omayra podría haber sido diferente. Si las autoridades hubieran actuado según las advertencias tempranas que se emitieron, tal vez el destino de Omayra habría sido otra tragedia evitada. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, se hizo imposible salvarla.
A falta del equipo quirúrgico necesario para amputarle las piernas y aliviar la presión, los médicos del lugar tuvieron que tomar una decisión desgarradora: dejarla morir en paz en lugar de someterla a más sufrimiento.
Fue en ese momento final, cuando la vida de Omayra se estaba desvaneciendo, que llegó un periodista francés llamado Frank Fournier. Había llegado a Bogotá pocos días después de la erupción y, mientras se dirigía a Armero, le impactó el silencio y la devastación inquietantes.
“A su alrededor había cientos de personas atrapadas. Los equipos de rescate tenían dificultades para llegar hasta ellos». «Pude oír a la gente gritando pidiendo ayuda y luego silencio, un silencio espeluznante», dijo a la BBC dos décadas después del horrible desastre. “Fue muy inquietante”.
Un campesino lo condujo hasta Omayra, cuyo cuerpo ya empezaba a mostrar signos de hinchazón. Fournier, conmovido por su coraje silencioso y la agonía que soportó, tomó una fotografía: un momento congelado en el tiempo que llegaría a simbolizar la impotencia de la situación y el fracaso de los que estaban en el poder. Fournier reflexionó más tarde sobre el profundo impacto de la imagen y afirmó: “Ella se enfrentó a la muerte con coraje y dignidad”.
Las últimas palabras de Omayra Sánchez
La mañana del 16 de noviembre, a las 9:45 am, Omayra Sánchez cerró los ojos por última vez. Apenas dos horas antes, un rescatista la había tranquilizado diciéndole: “Tranquila, cariño, te sacaremos en un minuto. Vas a vivir muchos años”. En ese momento, el agua le había llegado hasta el cuello y los granos de café estaban enredados en su cabello.
Testigos de la escena lograron filmar sus últimas palabras, cuando la niña dijo suavemente: “Mami, te amo mucho, papi te amo, hermano te amo”. El hermano de Omayra sobrevivió a los lahares. Su padre y su tía murieron. También sobrevivió su madre, María Aleida, que antes de la erupción había ido a Bogotá en un viaje de negocios.
“Es horrible, pero tenemos que pensar en vivir”, dijo Aleida, refiriéndose a los sobrevivientes como ella y su hijo de 12 años, que perdió un dedo durante el desastre.
¿Por qué el fotógrafo no la ayudó?
La fotografía de la escena realizada por Frank Fournier, titulada: La agonía de Omayra Sánchez, se convertiría en una imagen icónica y atraería la atención internacional hacia la tragedia.
Cuando la imagen se difundió por todo el mundo, desató una tormenta de debate. Muchos, incluida la BBC, quedaron horrorizados por la cruda intimidad de la imagen, sintiéndose como si hubieran presenciado los últimos momentos de la vida de una niña.
Los críticos acusaron a Fournier de explotar el sufrimiento de Omayra y lo llamaron un monstruo por tomar una fotografía tan personal. Pero Fournier defendió su decisión, diciendo que la fotografía había ayudado a recaudar fondos cruciales para las víctimas y destacó la irresponsabilidad de los líderes del país.
A pesar de la controversia, la fotografía ganó el prestigioso premio World Press Photo of the Year en 1986. Captó la atención mundial y arrojó luz sobre los horrores del desastre de Armero.
A medida que la foto continuó difundiéndose por todo el mundo, algunos se preguntaron por qué Frank no había intentado rescatar a Omayra del lahar. Él explicó a la BBC que, dada la terrible situación, el rescate era simplemente imposible. “Hubo un gran revuelo: debates televisivos sobre si los fotoperiodistas son buitres”, reflexionó Fournier.
“Pero sentí que la historia necesitaba ser contada y realmente me sentí aliviado por la reacción. Habría sido peor si a nadie le importara en absoluto”.
Recordado de muchas maneras
El impacto de la fotografía que captura los últimos momentos de Omayra Sánchez es innegable. Manuel Martín Benitos, amigo de la familia, se comprometió a honrar la trágica muerte de la joven convirtiéndola en un símbolo de triunfo.
En 1986, creó la Fundación Internacional Omayra Sánchez con la misión de crear una red global de equipos dedicados a prevenir desastres similares y apoyar a las víctimas de eventos catastróficos.
Los años siguientes a la erupción, Sánchez ha sido recordado de numerosas maneras, particularmente por publicaciones como El Tiempo. Aunque muchas de las víctimas del desastre fueron conmemoradas, la historia de Sánchez ha resonado profundamente, inspirando poemas, novelas y música que continúan manteniendo viva su memoria.
Armero hoy
En un esfuerzo por prevenir futuras tragedias, el gobierno colombiano creó la Oficina Nacional para la Atención de Desastres, ahora conocida como Dirección de Prevención y Atención de Desastres. Como parte de estos esfuerzos, se instruyó a todas las ciudades de Colombia para que desarrollaran planes de preparación ante desastres.
En un conmovedor homenaje a Sánchez, una especie de grillo que se encuentra en la región de la tragedia de Armero fue bautizada como Gigagryllus omayrae en su honor, asegurando que su legado perdure tanto en la historia humana como en la natural.
Aunque el volcán Nevado del Ruiz sigue activo, la ciudad de Armero ya no existe. Hoy en día, el lugar sirve como monumento conmemorativo, marcado por cruces cristianas y un pequeño monumento dedicado a la memoria de Sánchez.
“Su rostro, sus palabras y su coraje, que resonaron en todo el mundo por la televisión y fueron una imagen desgarradora en los periódicos y revistas más importantes de muchos países, quedaron como testimonio de acusación contra aquellos que al menos podrían haber hecho algo».
Germán Santa María Barragán en El Tiempo, 23 de noviembre de 1985.
El nombre de Omayra ha vivido en los corazones de quienes la vieron sufrir, un símbolo de la inocencia perdida en un momento de desastre incomprensible. Y para aquellos que presenciaron sus últimas horas, y para todos los testigos de sus trágicos últimos momentos gracias a la foto, su historia es un recuerdo inquietante, uno que nunca debe olvidarse.