A ella se le quemaron las tostadas. ¿Puedes imaginar la reacción del marido? ¡Sorprendente!

A veces hay gestos que suponen un pequeño esfuerzo para quien los hace pero que significan un mundo para la persona que lo recibe. La reacción del protagonista de esta historia convirtió una escena cotidiana en una gran muestra de amor.

Ha llegado a mis oídos esta historia que quiero compartir con vosotros. No sabemos si será real o no, pero seguro que en la vida real han ocurrido situaciones parecidas que hacen que personas desconocidas se conviertan en grandes ejemplos.

La protagonista de esta historia es una familia normal que se preparaba para desayunar.

La madre se había encargado de las tostadas, mientras el padre hacía el café. La madre puso las tostadas en la mesa, se le habían quemado. Ella miraba de reojo esperando la reacción de su marido y su hija, pero entonces el padre cogió una tostada, la untó de mantequilla y se la comió como si fuese la tostada más exquisita.

tostadas corazón

Cuando se levantaban de la mesa, la madre se disculpó por las tostadas quemadas. La respuesta de su marido fue sorprendente:

“Cariño, no te preocupes. De vez en cuando me gusta una tostada bien quemada para desayunar”.

La hija no salía de su asombro frente a la respuesta de su padre. Antes de despedirse para irse a la escuela le preguntó a su padre si era cierto que le gustaban las tostadas quemadas. El padre le contestó:

“Hija, tu madre va a tener un día muy duro hoy en el trabajo. Está cansada y te aseguro que un poco de pan quemado no le hace daño a nadie. La vida está llena de cosas imperfectas y gente imperfecta. Aprender a aceptar los errores, e incluso decidir celebrar las diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera. Una tostada quemada no debe romper un corazón”.

La comprensión y el amor es mucho más que regalar flores por el día de los enamorados. El verdadero amor se demuestra en las pequeñas cosas del día a día.

Puede que nuestras vidas no sean de cuento de hadas, pero no hay mejor príncipe (o princesa) que el que nos hacen sentir comprendidas y queridas desde que nos levantamos con grandes ojeras, por la mañana, hasta que nos echamos en la cama, por la noche, rendidas por el cansancio.

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